Mi Odisea de Barcelona a Valencia

A veces, detrás de cada joya, de cada pieza que ves en Salem Bisutería, hay una historia.
Una historia de viajes, de cansancio, de emociones, de esas pequeñas aventuras que nos recuerdan que la vida de una creadora no siempre brilla con calma.

Después de un viaje precioso a Francia, donde tuve la oportunidad de bailar, enseñar a los más peques y recargarme de buena energía, me tocó volver a casa.

De Burdeos salí en un bus nocturno, pensando que podría descansar un poco. Pero la realidad fue otra: asiento compartido con un pasajero maloliente y con gases… un clásico de los viajes en bus. Intenté dormir, pero entre los movimientos, el olor y el cansancio acumulado, no pegué ojo.

A las seis de la mañana llegué a destino, rumbo a Calafell. Allí me esperaban mi abuela y mi tía.
La alegría con la que me recibieron no se puede describir. Me abrazaron con tanto amor que se me olvidó todo el cansancio. Esos momentos familiares, donde el tiempo parece detenerse, me llenaron de gratitud.

Pasaron los días y llegó el momento de volver a Valencia. Las noticias hablaban de alertas amarillas por tormentas, pero Renfe no había enviado ninguna notificación, así que pensé que todo seguiría según lo previsto.
Mi novio —sabio consejo el suyo— me dijo que llamara por si acaso, y menos mal. Me confirman que no hay trenes disponibles y que están esperando confirmación.

Mi tren salía a las 20:30 y ya el trayecto de Calafell a Barcelona dura una hora. Me invadió la ansiedad: ¿y si me quedaba sin poder volver? ¿y si no encontraba alternativa a tiempo?

Decidí comprar una plaza de BlaBlaCar.
Y justo cuando me relajé un poco, ¡pum!, se cancela por sospecha de estafa. La supuesta conductora quería que le pagara a través de un enlace fuera de la app. En ese momento ya no sabía si reír o llorar.

Busqué otro BlaBlaCar, llamé al conductor casi rogándole que me esperara. Él salía de Sabadell a las 17:30, y yo todavía estaba en el tren hacia Barcelona a las 16:00.
Imposible llegar, pero le pedí que, por favor, me esperara.
Por suerte, accedió. Llegué cuarenta minutos tarde, corriendo, nerviosa, pero logré subir al coche rumbo a casa.

Esa fue mi pequeña odisea para volver a Valencia.
Una mezcla de nervios, lágrimas contenidas y agradecimiento.
A veces creemos que solo las grandes cosas cuentan, pero son estos momentos los que nos hacen fuertes. Los que nos enseñan paciencia, resiliencia y fe en que siempre se puede encontrar un camino, aunque parezca imposible.

Hoy escribo esto desde casa, agotada pero feliz, con una taza de té al lado y mis materiales de bisutería esperándome.
Porque incluso en los días más caóticos, crear sigue siendo mi refugio.

Espero que vuestro martes haya sido más tranquilo que el mío.
Y si no, recordad: toda tormenta pasa, y siempre, siempre, hay un viaje que termina en casa. 💫

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